miércoles, 23 de enero de 2019

Tema nuevo


L A   E S P I R I T U A L I D A D   L A I C A   ES :
Ser  más  humano  y  hacer  la  vida  más  humana  para  todos.

Temas actuales: PR. 2018.

John Sh. Spong, obispo espiscopaliano norteamericano, en su libro: ¿Por qué el cristianismo tiene que cambiar o morir?, Editorial Abya Yala. Quito. Ecuador 2014.

La promesa de una nueva espiritualidad basada en la construcción de una vida íntegra, libre y plena motivará en el futuro, a los seres humanos para acercarse al misterio trascendente de Dios. Los peregrinos en el exilio buscarán un Dios en la tierra y en la profundidad de su propio ser, aunque no perciban una recompensa obvia. Será suficiente sugerir que una vida plena, marcada por un amor generoso y llamada a una nueva forma de ser, es la mejor recompensa: eso es “la vida eterna”.

Cuando hablamos de espiritualidad nos referimos al talante, al espíritu que anima el modo de pensar y actuar, el comportamiento basado en la ética universal, que defiende los derechos y los valores humanos. Una espiritualidad consistente en la consecución de una vida digna y justa para todas y todos. Es la cualidad humana profunda o la sensibilidad por lo esencial, por la dimensión profunda de la realidad diaria. La espiritualidad se basa en la ética humanista de los derechos y valores humanos.

1.      Hablamos en primer lugar de los derechos humanos contenidos fundamentalmente en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, que se resumen en:
-          El derecho a la vida, y que se concretan: en el derecho de todos a la sanidad pública y en una educación de calidad; en el derecho a una vivienda digna, a un trabajo humano no explotador;
-          El derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia, de religión, de opinión, de expresión, de reunión;
-          El derecho a un nivel de vida adecuado que logre la satisfacción de las necesidades básicas.

2.      En segundo lugar hablamos de los valores humanos, que conforman una vida digna y plenamente humana. Nos referimos
-          El valor de la verdad, de decir la palabra sincera, de no comunicar la mentira, de ser verdad en definitiva.
-          El valor de la coherencia en la vida, de la correspondencia entre lo que se piensa y el actuar.
-          El valor de la igualdad de derechos de todas las personas, aunque sean diversas y diferentes
-          El valor de la solidaridad entre los seres humanos, para conseguir una convivencia fraterno-sororal.
-          El valor del cuidado de la fragilidad, de todos aquellos que necesitan de nuestra ocupación y cariño.
-          El valor de la compasión con todos aquellos que sufren.
-          El valor de practicar la justicia entre todos los seres.
-          El valor, en definitiva, del amor hacia todos los seres vivos y la naturaleza, incluso a los enemigos, según la recomendación de Jesús de Nazaret.

Por lo tanto, se trata de una espiritualidad no religiosa, sino laica, sin que sea necesaria una referencia a ninguna deidad. Una espiritualidad universal, común a todos los vivientes, basada principalmente en los derechos y valores humanos, en la ética humanista. Y este objetivo es plenamente suficiente para dar sentido a una vida. No es necesario acudir a un Dios de las alturas que premia a los cumplidores con la vida eterna, para que una vida tenga pleno sentido. Más aún, ese Dios que habita en los cielos y que promete la vida eterna a los buenos ya no se sostiene hoy.

La espiritualidad laica, por lo tanto, abarca la vida entera de la persona y está pidiendo nuevas expresiones, no religiosas, sino políticas, transformadoras de este mundo. Esta espiritualidad laica apunta al compromiso político, la lucha por la justicia y la transformación del mundo. Una espiritualidad que no mira al cielo, huyendo de lo humano, sino que busca el bien vivir de la humanidad. Y este es el papel que tenemos los cristianos: lograr la vida, el amor y el ser para todos, conseguir una vida de todos los seres en plenitud. Vida que no se acaba con la muerte, sino que continúa posteriormente, de modo diferente y desconocido, participando de la resurrección de Jesús de Nazaret, el Viviente.

Estoy seguro que uno se prepara para la eternidad, no siendo religioso y respetando reglas y normas, sino viviendo plenamente, con un amor generoso, y atreviéndonos a llevar nuestra capacidad al máximo. También afirmo que la única misión que tenemos los cristianos es llamar a la gente a la profundidad de su propia capacidad de ser feliz y hacer felices a los demás.