L
A E S P I R I T U A L I D A D L A I C A
ES :
Ser más
humano y hacer
la vida más
humana para todos.
Temas
actuales: PR. 2018.
John Sh. Spong, obispo
espiscopaliano norteamericano, en su libro: ¿Por
qué el cristianismo tiene que cambiar o morir?, Editorial Abya Yala. Quito.
Ecuador 2014.
La
promesa de una nueva espiritualidad basada en la construcción de una vida
íntegra, libre y plena motivará en el futuro, a los seres humanos para acercarse al misterio trascendente de Dios.
Los peregrinos en el exilio buscarán un Dios en la tierra y en la profundidad
de su propio ser, aunque no perciban una recompensa obvia. Será
suficiente sugerir que una vida plena, marcada por un amor generoso y llamada a
una nueva forma de ser, es la mejor recompensa: eso es “la vida eterna”.
Cuando hablamos de espiritualidad nos referimos al
talante, al espíritu que anima el modo
de pensar y actuar, el comportamiento basado en la ética universal, que
defiende los derechos y los valores humanos. Una espiritualidad consistente en
la consecución de una vida digna y justa para todas y todos. Es la cualidad
humana profunda o la sensibilidad por lo esencial, por la dimensión profunda de
la realidad diaria. La espiritualidad se basa en la ética humanista de los derechos
y valores humanos.
1.
Hablamos
en primer lugar de los derechos humanos contenidos
fundamentalmente en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, que
se resumen en:
-
El derecho a la vida, y que se
concretan: en el derecho de todos a la sanidad pública y en una educación de
calidad; en el derecho a una vivienda digna, a un trabajo humano no explotador;
-
El derecho a la libertad de
pensamiento, de conciencia, de religión, de opinión, de expresión, de reunión;
-
El derecho a un nivel de vida adecuado que
logre la satisfacción de las necesidades básicas.
2. En segundo lugar hablamos de los valores humanos, que
conforman una vida digna y plenamente humana. Nos referimos
-
El valor de la verdad, de decir la palabra sincera,
de no comunicar la mentira, de ser verdad en definitiva.
-
El valor de la coherencia en la vida, de la
correspondencia entre lo que se piensa y el actuar.
-
El valor de la igualdad de derechos de todas las
personas, aunque sean diversas y diferentes
-
El valor de la solidaridad entre los seres humanos,
para conseguir una convivencia fraterno-sororal.
-
El valor del cuidado de la fragilidad, de todos
aquellos que necesitan de nuestra ocupación y cariño.
-
El valor de la compasión con todos aquellos que
sufren.
-
El valor de practicar la justicia entre todos
los seres.
-
El valor, en definitiva, del amor hacia todos los seres vivos
y la naturaleza, incluso a los enemigos, según la recomendación de Jesús
de Nazaret.
Por lo tanto, se trata de una espiritualidad no religiosa, sino laica, sin que sea necesaria una
referencia a ninguna deidad. Una espiritualidad universal, común a todos
los vivientes, basada principalmente en los derechos y valores humanos, en la
ética humanista. Y este objetivo es plenamente suficiente para dar
sentido a una vida. No es necesario acudir a un Dios de las alturas que
premia a los cumplidores con la vida eterna, para que una vida tenga pleno
sentido. Más aún, ese Dios que habita en los cielos y que promete la vida
eterna a los buenos ya no se sostiene hoy.
La espiritualidad laica, por lo tanto, abarca la vida entera de la persona y
está pidiendo nuevas expresiones, no religiosas, sino políticas,
transformadoras de este mundo. Esta espiritualidad laica apunta al compromiso
político, la lucha por la justicia y la transformación del mundo. Una
espiritualidad que no mira al cielo, huyendo de lo humano, sino que busca el
bien vivir de la humanidad. Y este es el papel que tenemos los cristianos: lograr la vida, el amor y el ser para todos, conseguir una vida
de todos los seres en plenitud. Vida que no se acaba con la muerte, sino que
continúa posteriormente, de modo diferente y desconocido, participando de la
resurrección de Jesús de Nazaret, el Viviente.
Estoy seguro que uno se prepara para la eternidad, no
siendo religioso y respetando reglas y normas, sino viviendo plenamente, con un amor generoso, y atreviéndonos a llevar
nuestra capacidad al máximo. También afirmo que la única misión que tenemos los
cristianos es llamar a la gente a la profundidad de su propia capacidad de ser
feliz y hacer felices a los demás.
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